“En esta empresa nos examinamos todos los días y hay que irse a casa habiendo obtenido la calificación de sobresaliente”
Toda una vida en Grupo Caliche, una vida que comenzó hace sesenta y un año en la localidad manchega de Nerpio, un pueblo de la sierra de Segura donde, a pesar de la ausencia de lujos materiales, vivió una infancia inolvidable colmada de alegría, emociones y libertad.
Juárez recuerda con nostalgia los trece años que pasó en su población natal, hasta que él, sus padres y sus cinco hermanos, vinieron a Pilar de la Horadada, donde las condiciones laborales eran prometedoras.
“Para nosotros vivir en Nerpio fue como estar en un campamento constante, estábamos en pleno contacto con la naturaleza y disfrutábamos la infancia con intensidad. Me acuerdo que yo no tenía bicicleta y, como iba muy bien en el colegio, permitía a los compañeros que se copiaran a cambio de que me dejaran la bici al salir de clase”.
Juárez se crió en un ambiente austero, en el que no sobraba nada, aunque asegura que tampoco pasaron necesidad. Puede que estos años de la niñez forjaran el carácter del adulto que ha sido un trabajador incansable, leal y enamorado de su profesión.
“Recuerdo que me crié con la leche de la cabra que teníamos, hasta que pasó un lechero de la zona a diario por nuestra casa. También teníamos embutido de la matanza anual y la fruta la almacenábamos en el desván, se secaba y la consumíamos durante los meses de frío”.
Y con un clima extremo, donde los inviernos eran duros y largos.
“Un invierno hicimos una bola de nieve tan grande que taponamos una calle, vino la Guardia Civil y nos dijo que había que quitarla pero pesaba mucho. Nos ayudaron los chicos mayores a moverla y la bola estuvo más de tres meses en la plaza del pueblo hasta que se derritió. Nos hacíamos pistas de patinaje sin patines, había verdaderos expertos desplazándose sobre las botas de vestir. Recuerdo que en una ocasión, un maestro de la escuela quiso imitarnos y se dio un gran golpe que le produjo varias lesiones”.
Se puede decir que la infancia de Antonio acabó al llegar a Pilar de la Horadada, donde asistió un año más a la escuela y después a trabajar. El exceso de responsabilidad pudo frustrar la carrera de un buen estudiante, que prefirió comenzar en una carpintería, a pesar de que su familia lo animó a seguir formándose académicamente.
El servicio militar y las clases de contabilidad a las que asistió durante dos años provocaron un cambio de rumbo en la vida laboral de Juárez. Comenzó a trabajar en las oficinas de la Cooperativa de Transportes Mar Menor, de donde salió para ocupar el puesto de trabajo de su vida, el 15 de noviembre de 1979, junto a David Martínez Albaladejo, el fundador y padre de los tres actuales regentes de Grupo Corporativo Caliche.
Grupo Caliche comenzó a andar con dos personas, David Martínez Albaladejo y con Antonio Juárez, los dos hicieron un buen equipo. David conseguía los transportes durante las subastas que se celebraban en Centramirsa o en Agrimersa y Antonio coordinaba los transportes desde la oficina. “Lo mandábamos casi todo a Merca Valencia, Merca Barna y Sevilla. Entonces no había remolques frigoríficos, los camiones llevaban una lona por encima y una tela mosquitera por los laterales”.
Puede que dedicación, confianza y respeto definan la relación de Juárez con Caliche y de Caliche con Juárez, pero sobre todo lealtad. Antonio nunca se planteó abandonar la empresa, aunque admite que tuvo ofertas tentadoras. Pero era tan grande el vínculo creado con el fundador de la empresa que siguió a su lado hasta su muerte. Y sigue con sus sucesores convirtiéndose en el miembro de la familia Caliche más antiguo.
Se casó con Pilar Pérez, de Pilar de la Horadada, que era la nieta del tío Ricardo, y el abuelo le preguntaba en las reuniones familiares por su ocupación, preocupado porque a su nieta no le faltara de nada “nenico, ¿tú a que te dedicas?”. Tiene tres hijos, Antonio, el mayor, es piloto de cazas del Ejercito; después está Carlos, que le encanta el deporte y se dedica a dar clases y a organizar eventos deportivos. La última, María, tiene la carrera de Matemáticas y quiere prepararse las oposiciones. Recuerda cuando eran pequeños y se quedaba los sábados a comer en la oficina para poder salir antes e ir con ellos a la playa a bañarse, “no veas lo bien que lo pasábamos y lo que jugábamos juntos”. Además tiene dos nietos, uno de ellos nacido unas horas antes de hacer esta entrevista.
Cuarenta años al pie del cañón, como dice Juárez “examinándonos todos los días para sacar un sobresaliente, de lo contrario, no habías cumplido con tu obligación”. Ahora quiere apartarse un poco, dejar el testigo a los más jóvenes, “tengo unos compañeros fabulosos que lo van a hacer igual o mejor que yo, nadie es imprescindible”.
El trabajo ya no es como era, la exigencia es mucho mayor y la tensión está calando y empezando a hacer mella en él. “He disfrutado con mi trabajo, me ha gustado mucho, pero últimamente todo ha cambiado. Ya llevo muchos años y me está costando asimilar los nuevos tiempos en los que la tecnología ha facilitado, por una parte, y por otra ha complicado mucho las reglas del juego, con mayor exigencia”.
“Estoy tranquilo, creo que he cumplido con mi obligación durante todos estos años, he trabajado las horas que han sido necesarias, creo que me merezco aflojar el ritmo. Quiero disfrutar unos añitos de la vida, estoy bien de salud y quiero hacer cosas que no he podido hacer hasta ahora. Mi primer proyecto es adelgazar un poco, haciendo mucho deporte, bicicleta y senderismo”.
Para terminar, le pedimos a Antonio Juárez que le de un consejo a los jóvenes que empiezan su vida laboral en la sección de Transportes de Grupo Corporativo Caliche. “Para triunfar en esta empresa te tiene que gustar lo que haces y tienes que tener ganas de trabajar. Yo he trabajado mucho, pero he sido muy feliz, porque me ha encantado lo que he hecho. El fundador y padre de David, Jaime y José María quería que el tiempo que estuvieras en la oficina lo dieras todo, pero también te animaba a que disfrutaras del tiempo libre y de la familia, y le daba rabia que estuviéramos más horas de las necesarias. Esa filosofía continúa y es parte del éxito de Grupo Caliche”.
“He intentado enseñar con agrado y paciencia a las personas que se han incorporado a mi departamento, también les he intentado inculcar que no consintieran nunca que nadie les faltara al respeto. Me acuerdo en una ocasión, cuando llevaba poco tiempo en la empresa, un transportista conocido de la zona entró a la oficina amenazándome, voz en grito, con acusaciones infundadas, David Martínez Albaladejo se enfrentó a él y no le permitió que me hablara mal, echándolo rápidamente de nuestras instalaciones”.